Lejos de la larga trayectoria política de intervención
militar estadounidense en el extranjero, China afianza su poder internacional
gracias a la cooperación económica. La crisis sanitaria global desatada por el COVID-19 está generando aún más controversias respecto al papel de unos y
otros países. Mientras los clásicos aliados de España acaparan recursos y
boicotean la adquisición de material sanitario, China se encarga de la
provisión de gran parte del mismo. Este modelo de cooperación política y
sanitaria por parte de China se reproduce en otros muchos países. ¿Será el
comienzo de un equilibrio de poderes a nivel mundial?
Quizás para responder a esta pregunta deberíamos hacer un
breve repaso por la política exterior de la República Popular China. Secretario del Partido Comunista Chino desde 2012, y presidente
de la República Popular China desde 2013, Xi Jinping es el hombre sobre el que
pivota la nación asiática. Descendiente de una dinastía vinculada a la cúpula
de poder del Partido Comunista Chino, Xi Jinping se caracteriza por tener una
tenaz ambición y una pragmática visión de la realidad. Ambas cualidades le han empujado a moldear a China como una gigante económico y
político que disputa la hegemonía en casi todos los niveles a Estados Unidos.
El predecesor de Xi, el reformista Den Xiaoping convirtió un país aún eminentemente agrícola en una incipiente potencia emergente bajo la política de “un país, bajo dos sistemas”. Esto significó de facto el difícil intento de compatibilizar una política de atracción de inversiones extranjeras y un
sistema político interior de índole socialista. A su calor, su predecesor Xi Jinping usó este nuevo “socialismo de rasgos chinos” revirtiendo el efecto: utilizar las ganancias
generadas de su política exportadora, para invertir en países, principalmente
en vías de desarrollo.
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Xi Jinping, actual presidente de la República Popular China. |
Esta política de inversión extranjera masiva ha sido
canalizada a través del proyecto de la Nueva Ruta de la Seda. Puesta en marcha oficialmente desde 2014, y llegando a ser reconocida por la Constitución del Partido Comunista
Chino desde 2017, dicho proyecto se convierte en uno de los hitos a conseguir por la
nación china, de forma prioritaria. Casualmente puesta en valor como Patrimonio
de la Humanidad por la UNESCO en 2014, la Nueva Ruta de la Seda supone la
conexión de regiones escasamente bien comunicadas comercialmente, con un pretendido epicentro comercial en China. Una versión asiática del “todos
los caminos llevan a Roma”. Conectaría aire, mar y tierra, principalmente a
países del sudeste asiático, de África oriental, el Magreb, Asia central y Europa.
La forma de levantar tan basto proyecto reside en la
irrigación de millardos de yenes destinados a levantar colosales proyectos en
estos países. Principalmente, invertidos en infraestructuras de transporte terrestre, marítimo y en industria energética. No
obstante, aunque esta lluvia de miles de millones de yenes pareciera un regalo
divino para países como Turkmenistán, Bangladesh, Yibuti o Pakistán, la forma
de devolver estas ingentes cantidades de dinero genera en muchos países que observen con recelo estas ayudas e incluso a
rehusar. No debemos de olvidar, las presiones norteamericanas para que los
países no colaboren con el descomunal proyecto chino.
El trile es el siguiente: tras la lluvia de millones, los países destinatarios
generan una deuda colosal, con el Banco Asiático de Inversión en
Infraestructuras (AIIB). Este banco mantiene su sede obviamente en Pekín, y
China se guarda el poder de veto, debido al casi 30% de capital directo
invertido en dicha plataforma económica. De esta forma, los países
destinatarios endeudados indirectamente con China se encuentran sujetos a dos
grilletes que negocian políticamente: el interés y los plazos. Estas dos
últimas se mueven con la soltura con la que los países endeudados realizan concesiones al gigante asiático: participaciones en infraestructuras
portuarias, infraestructuras militares, participaciones en diferentes medios de
información, votos a favor en resoluciones internacionales, apoyos para cargos
de responsabilidad en los organismos supranacionales, etc…
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Esquema gráfico de la Nueva Ruta de la Seda. Extraído de El País. |
Sin lugar a dudas, pese a esto, los países endeudados logran
una repercusión económica positiva. Dado
el abandono que muchos de estos países sufren por parte de las potencias
económicas de Occidente, esta lluvia de miles de
millones de yenes sigue efectuando un valor positivo para estos países en vías de desarrollo. Hay que
recalcar, que estos estados han sido utilizados como
lugares de donde extraer materias primas (coltán, petróleo, cobre, …), y que
para su expolio, las potencias occidentales han recurrido a la
desestabilización continuada de los mismos, incluso instigando golpes de
estado.
Centrándonos en el presente, las redes de esta Nueva Ruta de la
Seda se extienden hasta Europa. No obstante, los países negocian por separado
la implantación y profundidad de participación de los mismos al proyecto chino,
dada la ineficiente y casi ausente política exterior común de la Unión Europea.
Por ejemplo, mientras Italia ha entrado de lleno en el proyecto chino,
así como Grecia, Portugal o la mayor parte del este europeo; España, Alemania y Francia reniegan de una participación implicada en la misma.
Precisamente, estos países que rechazan participar en la Nueva Ruta de la Seda, son aquellos
que tienen una implicación mayor tanto en la OTAN, como una correlación
económica superior con Estados Unidos.
En suma, el retrotraimiento de Estados Unidos en el arena internacional parece claro. La política de cooperación económica y militar
de Estados Unidos se ha visto afectada enormemente tras la instauración de Donald Trump
como jefe del gabinete americano. Su repliegue y el carácter unilateral de sus
decisiones, se han visto laureadas con otros eventos que refuerzan su
tendencia, como la posible reelección de Trump este próximo noviembre. El Brexit ha configurado a Reino Unido como un socio de primer
nivel, junto con Canadá, relegando con suerte, al resto de potencias de la OTAN
a un papel secundario sin lustre.
En este sentido, la entrada al gobierno del PSOE, cuyo
partido mantiene una fraternidad acentuada con el Partido Demócrata americano,
no facilita las relaciones bilaterales. Trump gobierna con el Partido
Republicano, enemigo sempiterno del homónimo al PSOE en Estados Unidos, salvando las enormes distancias que separan al PSOE del Partido Demócrata, que son obvias, pero no podemos profundizar en este artículo. Lejos
quedan aquellos años en los que España y Estados Unidos actuaban como íntimos
socios, llegando a firmar acuerdos de dudosa legitimidad, como los de las
Azores.
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Tony Blair (Reino Unido), Bush Jr. (EEUU) y Aznar (España). |
Este enfriamiento de las relaciones entre España y su hasta
ahora, principal socio político, ha quedado de manifiesto durante la crisis del
coronavirus. El presidente norteamericano se manifestaba de la siguiente manera
según El Español: “No vamos a empezar a enviar demasiado
material sanitario hasta que no tengamos un exceso de ciertas cosas.
Necesitamos mucho y estamos centrados en eso”. Lejos de ayudar, Estados
Unidos pone en riesgo las relaciones bilaterales con la Unión Europea, y en
especial con España. Como informa El Independiente, entre las prácticas abusivas que
Estados Unidos está llevando a cabo encontramos desde la compra de material
previamente vendido a terceros países, o pagar sobre costes a las fábricas para
hacerse con la producción entera, dejando a países menos pujantes
económicamente desabastecidos.
En contraposición con estas prácticas, lejanas de cualquier
interpretación de amistad y cooperación, China se está convirtiendo en un
aliado estratégico de Europa en su lucha contra el coronavirus. Mientras ningún
país quiere vender su material sanitario, China ha puesto en marcha junto con
empresas españolas un Corredor Aéreo Sanitario que enlaza ambos países para una mayor celeridad de transporte de mercancías.
Se estima que puede propiciar un trasiego de entorno a 90 millones de
toneladas, de las cuáles ya han llegado a suelo español veinte de ellas.
Como indica El Español, la estrecha cooperación de China con España, ha proporcionado hasta la fecha
550 millones de mascarillas, once millones de guantes, casi mil respiradores, junto con casi seis millones de tests de detección precoz de la enfermedad.
No obstante, esta ayuda tendrá su obvia contraprestación.
España se ha comprometido a una vez termina la crisis sanitaria, mantener las
vías de transporte para uso comercial, así como la inversión en
infraestructuras, sobre todo marítimas. A este compromiso adquirido por el
gobierno de España, habría que sumársele los que están contrayendo las
comunidades autónomas que actúan en el mercado sanitario de forma paralela.
Podemos comprobar con detenimiento el caso de la Comunidad
Valenciana: mediante su Operación Ruta de la Seda está adquiriendo una ingente cantidad de material sanitario, gracias a la
vinculación económica que están forjando numerosos inversores chinos con el Govern Valenciano. Muchos de éstos, aunque afincados en Valencia desde hace décadas, se
dedican al comercio de importación y exportación de mercancías con su país de origen. Entre éstos empresarios de origen chino podemos destacar a Chen Wu Keping, Zhong Zou y o a la Asociación de Empresarios Chinos. Todo apunta, a que la donación exorbitada
en dicha comunidad, mantiene una estrecha relación con la política china de
invertir en enlaces portuarios en ciudades europeas. Como, en 2017, fue el caso del Puerto Marítimo de Valencia, comprada por 200 millones de euros por la empresa china Cosco.
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Ximo Puig, presidente de la Comunidad Valenciana. |
En cualquier caso, interesada o no, la diferencia con el
trato recibido por parte de Estados Unidos es nítida. “Estamos preparados. Si España nos solicita su apoyo estamos dispuestos
a enviar un equipo de expertos chinos, a ayudar a este país en su lucha”
con las declaraciones de Yao Fei, embajador de China en España, podemos apreciar rápidamente la contraposición
de ambas posiciones.
En consecuencia, parece que el compromiso de España de no
participar en la Nueva Ruta de la Seda podría verse profundamente afectado. Más
aún, tras la negativa de numerosos países europeos a colaborar solidariamente
en la lucha contra el coronavirus. El debilitamiento de la Unión Europea puede ser mortal si el Brexit desencadena una ola de egoísmo. Este aunque aún incipiente, se ha manifestado en la negativa de los países del norte a cooperar con el sur, donde los estragos del coronavirus se han intensificado. La
brecha norte-sur parece quedar patente en Europa, a la misma vez que Estados
Unidos se muestra como un jefe, más que como un socio. El requisamiento de
material con destino a España, en los aeropuertos de Ankara por parte de Turquía, tampoco ayuda a pensar en el resto de los países de la OTAN como amigos leales.
Pero, el caso español puede aplicarse al resto de relaciones
bilaterales mantenidas por China. En Italia no solo se recibe cargamentos
colosales de material sanitario, también está acogiendo voluntarios médicos chinos, expertos en gestión
epidemiológica. Éstos son recibidos al llegar a Italia por los ciudadanos con el himno chino, en agradecimiento por la ayuda prestada.
Sin lugar a dudas, el coronavirus supondrá un punto de
inflexión en las relaciones internacionales con China, así como un cambio en su
imagen ante el mundo y una prueba de solidaridad para muchos estados. La generosidad de China con España, cuya intencionalidad podremos
comprobar una vez acabe esta atroz pandemia, no caerá en el olvido, de ninguna
manera. Mucho menos, ante la desprotección y despreocupación que los estados
tradicionalmente aliados están mostrando para todo el sur europeo.
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